Yerba Buena: Los centros comerciales invaden zonas residenciales (Por Pablo Mirande *)

Desde 2003 a la fecha, Yerba Buena a crecido de manera tan alcelerada como caótica. El flujo de tucumanos que migraron hacia la ex «ciudad jardín» no se detiene y los gobiernos municipales sucesivos, no hicieron el más mínimo aporte para que este crecimiento poblacional y edilicio se lleve a cabo con algún rasgo de planificación.

La candidad de emplazamientos de las llamadas «urbanizaciones especiales«, que incluyen a countries, barrios privados, centros comerciales, shoppings, colegios, etc., han producido un impacto inmenso en el tejido urbano alterando el normal tránsito de los habitantes del municipio, que se encuentran obligados a sortear un intrincado trazado de calles para trasladarse hacia los cuatro puntos cardinales dentro del municipio.

Las excepciones al COU (Código de Planeamiento Urbano) y la ambición desmedida de desarrolladores inmobiliarios, están desnaturalizando la escasa identidad remanente del municipio.
La necesaria infraestructura para alimentar de energía y servicios a nuevas edificaciones, han plagado de enorme postes de hormigón, cables y distintas estructuras, tanto las calles como las escasas veredas de la ciudad. Éstas fueron reemplazando -tala indiscriminada mediante- a los Tarcos, Lapachos, Robles y otras especies arbóreas que fueron extirpadas sin piedad alguna.

Hacia fines de los sesenta y principio de los setenta, se dio una «primera» gran migración hacia Yerba Buena que devino en la construcción de barrios residenciales y casas de amplios terrenos, que se integraron armónicamente a las construcciones más antiguas. El estilo de vida de esa época permitía que entre vecinos no hubiese otro tipo de «medianera«, que no fuesen los ligustrines u otro tipo de plantas que contenían un espacio libre o hasta un portón entre casa y casa; algo que hoy suena como impensado.

Esa gran inmigración, fue la que fortaleció la vida social y la identidad especial del municipio pedemontano, imprimiendo un sello particular al modo de vida de los vecinos, que en muchos casos arribaban a esta nueva ciudad tras mudarse de departamentos y casas de San Miguel de Tucumán. Época de gloria de una Yerba Buena que muchos «cuarentones«, «cincuentones» y «sesentones«, recuerdan con cierta melancolía.

Es justamente lo poco que queda de ese estilo de vida y de esas zonas lo que hoy corre peligro.

Los llamados Centros Comerciales, ya no solo saturaron la Avenida Aconquija y arterias como la Av. Solano Vera y Av. Pte. Perón, sino que se filtraron (con la complicidad del Estado Municipal) en calles y pasajes que otrora eran de neto corte residencial; vulnerando los derechos de viejos habitantes y vecinos de lo que alguna vez fueron residencias, cuya única «contaminación visual» la constituían los árboles y plantas que regalaban un contraste entre el «intoxicante verde«, con el celeste azulino del cielo y los rojos atardeceres.

La única «contaminación sonora» era producida por las risas de los niños, hijos de los vecinos, que ineludiblemente encaraban la «ardua tarea» de preparar el fuego para el asado de los domingos, mientras los chicos chapoteaban en la pileta de natación, con la necesaria participación del perro que corría a la vuelta de la pileta sin dejar de ladrar. El «ensordecedor» tronar de las cortadoras de césped, eran un canto al oído.

¿Quién no iba a querer vivir de esta manera?, sin embargo; es a esta la Yerba Buena que están determinados a aniquilar.

Calles como Las Rosas, Lola Mora, Bascary, Acassuso, Florida, Pringles, San Martín y tantas otras, fueron y están siendo invadidas por enormes estructuras que se erigen como verdaderas «pestes urbanísticas«, que «inyectan«, bares, consultorios médicos, oficinas y comercios de todo tipo, en lugares en donde antes se podía vivir en paz.

Pareciera que existe la intencionalidad sistemática de «desalojar» al habitante natural de los barrios de Yerba Buena y empujarlos a optar por el nuevo modo de vivir en comunidad: Los countries y barrios privados.

La costumbre de mirar hacia el costado, permitir y fomentar de manera cómplice las excepciones al Código de Planeamiento y hasta incentivar este «nuevo desarrollo» urbanístico, por parte de las autoridades; debe preocupar a quienes creen estar al margen de esta problemática (hablamos de quienes viven justamente en countries y barrios privados). Sobre ellos y sobre todos, se erige una «nueva amenaza«.

La ambición de los desarrolladores y la miopía cómplice del actual intendente reelecto, Mariano Campero, tiene en agenda (en conjunto con quienes manejan la Comisión de Obras y Servicios Públicos en el Concejo Deliberante local) el dar vía libre para que se permita la construcción de Torres de edificios en altura. Ésto, sobre todo, en zonas de la Presidente Perón hacia el Norte.

Hace unos tres años se frustró la construcción de cuatro torres en la Bascary Norte, dentro del conocido country «Praderas…». Fueron los mismos vecinos de ese country, los que plantearon ante la justicia una medida para impedir tal construcción y que por el momento logró respaldo en los ámbitos judiciales.

Vivir en Yerba Buena con un «lifestyle» razonable y acorde a las expectativas de quienes desean disfrutar de un mayor contacto con la naturaleza, va camino a ser una misión casi imposible si no se empieza por exigir poner coto a la ambición de los desarrolladores inmobiliarios y a sus «generosas contribuciones» a los funcionarios de turno.

Tanto el Concejo Deliberante como el Departamento Ejecutivo (la Intendencia), deben antes de atreverse a poner una «coma» al Código de Ordenamiento Urbano vigente; transparentar ante la sociedad y poner en público conocimiento, la inmensa cantidad de carpetas de proyectos urbanísticos que esperan ser aprobados.

Yerba Buena tiene entre sus vecinos a los mejores urbanistas que supo dar la UNT. Es imprescindible la conformación de una «Comisión de Patrimonio Arquitectónico, Urbanístico y Medioambiental«, integrado por profesionales y vecinos; que actúen como tutela en defensa de de la identidad del municipio y de los derechos de los vecinos.

De no ser así, Yerba Buena corre el gran peligro de convertirse en una masa cementicia informe, similar a aquella de la que los habitantes actuales del municipio, eligieron huir.

* Pablo Mirande
Director de El Diario en Tucumán