Nacido en Ferrara el 21 de septiembre de 1452, Girolamo Savonarola, creció en el seno de una antigua familia procedente de Padua. En su época de estudiante ya mostraba inquietudes morales y escribió textos en los que denunciaba la decadencia política de Italia. En Faenza, a los 22 años, escuchó a un predicador que le impresionó de tal modo que despertó su vocación religiosa y decidió a dedicar su vida a Dios.
En aquel momento, Florencia, pese a encontrase en la cumbre en lo referente al arte, se hallaba sumida en una profunda crisis económica: bancos en quiebra, talleres que cerraban sus puertas y una parte considerable de la población desempleada. En ese clima de malestar aparecieron numerosos predicadores que denunciaban los excesos de los ricos y al mismo tiempo pretendían guiar al pueblo hacia una vida más cristiana y pura.
Savonarola era líder aun sin ostentar formalmente ningún cargo, se encontraba en la instauración de un clima de renovación espiritual y purificación moral. Implicaba una reforma total de las costumbres, condenando todo lo que pudiera considerarse mundano, indecente o pagano.
LA HOGUERA DE LAS VANIDADES.
La exaltación mística que invadía la ciudad degeneró en la persecución radical de todo cuanto pudiera ser pecaminoso. Ello culminó con la quema pública de lujosos vestidos, joyas, cosméticos, objetos de adorno, libros de poesía y pinturas de temas mitológicos o que contuvieran desnudos, en lo que llegó a llamarse «la hoguera de las vanidades».
Los acontecimientos se precipitaron dando un giro contrario a lo propuesto por Savonarola, que fue encarcelado y torturado. Se realizó una convocatoria, en abril de 1498, en la Piazza della Signoria donde se instalaron dos hogueras que tenían que atravesar descalzos dos monjes, uno franciscano y uno dominico, discípulo de Savonarola. La prueba tenía por objeto probar que quien no superara el reto sería el que, junto con sus seguidores, estaba en el error.
Fueron algunos de los ardientes seguidores de Savonarola quienes habían aceptado e impulsado el desafío, pero en realidad él no deseaba la prueba, y recurría a todos los pretextos para que no tuviera lugar.
Los desórdenes alcanzaron tal nivel que hicieron necesaria la intervención de la Signoria, en la que Savonarola, tras los últimos acontecimientos, contaba con escasos valedores. El fraile y dos de sus discípulos fueron arrestados y encarcelados.
LLegaron a Florencia los delegados del pontífice, que instruyeron un breve proceso durante el cual el fraile fue sometido a tortura. Le acusaron de herejía y, como era de esperar, le condenaron a muerte. Al día siguiente, en Florencia, el 23 de mayo de 1498, él y sus dos discípulos fueron ejecutados públicamente. Tras su ahorcamiento, sus cuerpos ardieron en una gran hoguera en la Piazza della Signoria y sus cenizas fueron arrojadas al Arno. Florencia vivió en los años que siguieron un período políticamente inestable, en el que las distintas facciones ciudadanas se disputaban el poder y que terminaría con el regreso de los Medici en 1512.
Las reformas políticas que impulsó cuando llegó al poder supusieron unos indudables avances democráticos. Por ello, muchos lo consideran un defensor de las libertades y un precursor de las reformas políticas y religiosas que llegarían mucho más adelante. Su trágico final, que él mismo selló con su obstinada desobediencia al papa, lo convirtió, además, en un mártir. Sin embargo, todo ello se vio enturbiado por el fanatismo moral y religioso que él y sus partidarios quisieron imponer a Florencia, a causa del cual perdió su credibilidad y por cuyo motivo, paradójicamente, se le considera al mismo tiempo un dictador integrista y exaltado.
«LA HOGUERA DE LOS PELOTUDOS»
Buenos Aires, esquina cualquiera, Septiembre 06 de 2020.
¿Qué queman en su miserable «hoguera» estos «revolucionarios del pavimento porteño«?
En realidad, el objeto de esta hoguera vacua, carece de las buenas intenciones que ostentaban los seguidores de Savonarola y no subyace en la misma, intencionalidad altruista alguna.
Unos treinta o cuarenta PELOTUDOS se dieron cita a este «aquelarre citadino«, impulsados por los «azotes» generados en las urticantes voces y mandatos de algunos referentes políticos y mediáticos desde la impune seguridad de sus casas, despachos y estudios sanitizados.
Lejos resuena la música con que un conocido DJ hacía bailar a los vecinos de Recoleta a inicios de la cuarentena. Sin embargo y con cifras de contagios y muertes alarmantes a la vista de todos; este grupo de PELOTUDOS juega con la muerte sacando de sus rostros los barbijos y haciendo una infame hoguera con ellos, que horrorizaría al mismo Savonarola.
«¡Quema de barbijos!». «¡Quema de barbijos…!», repiten sin cesar, ebrios bajo los efectos de su «insigne pelotudez«.
¿Pero qué «queman» y por qué ríen estos idiotas? Queman sin lugar a dudas el pedido y el esfuerzo denodado de los especialistas, médicos, emergentólogos, enfermeras y todo el personal de la salud que desde hace meses ponen en riesgo sus vidas y la de sus familiares, en un verdadero «campo de batalla» en que se han convertido los nosocomios de toda la Argentina.
Bailan y se ríen del esfuerzo tuyo y de todos los que -encerrados en las casas y departamentos- tratan de no ser vehículo o víctima de un virus que azota al mundo entero. Gritan sobre tu enfermedad preexistente y la edad de tus padres.
Saltan sobre los cajones de los muertos, brincan y bailan sobre tu trabajo perdido, tu negocio cerrado, tu esfuerzo diario, sobre el trabajo y el gasto económico del Estado. Ríen a carcajadas sobre los fallecidos que no pudieron ser despedidos por sus familiares, quienes tuvieron un féretro cerrado por protocolo al frente, como última imagen antes de un sepelio durante los meses de cuarentena.
Su flama hueca e inmunda ofende las cuestiones de fondo que llevaron a los seguidores de Savonarola a realizar su «hoguera de las vanidades«. Ofende también a quienes quemaron los cuerpos de Savonarola y los dos monjes.
Esta danza horriblemente «tilinga«, banal, estúpida; es una muestra de la sinrazón de estos seres nefastos, que se dan a conocer como verdaderos sociópatas con celular en mano, filmando nulos de empatía y carentes de principios.
Hoy fueron confirmados 6.986 nuevos casos de COVID-19. Con estos registros, suman 478.792 positivos en el país.
En la HOGUERA DE LOS PELOTUDOS, se incinera sobre todo, el recuerdo y el dolor por los 9.859 fallecidos por Covid-19, que enlutan al país. Datos contabilizados al momento en que finaliza esta nota.
N de la R: Consideramos que las «malas palabras», son un recurso no solamente necesario, sino imprescindible para describir y calificar los hechos que relata la presente nota.