Estas últimas semanas, el intendente Mariano Campero confundió la palabra militancia con «militar» y dando un «volantazo» a la derecha y se sacó una foto impensada para cualquiera que se precie de ser discípulo radical de Dn. Raúl Alfonsín. La fotografía con Ricardo Bussi, «dueño» de Fuerza Republicana S.A., sorprendió a propios y extraños.
A Campero siempre le resultó más fácil llevarse bien con extrapartidarios que con los de su mismo partido (considerando que la UCR tal como la conocimos, todavía exista). Así fue que en 2017 avanzó con una alianza estratégica con dos concejales peronistas para obtener mayoría absoluta en el HCD de Yerba Buena. En ese momento los seducidos fueron Walter «Kabuby» Aráoz y Héctor «Pilón» Aguirre, «pejotistas» del microperonismo de Yerba Buena.
Su discapacidad política lo posicionó -junto a otros dirigentes- como referente del PRO, Cambiemos, Juntos por el Cambio o como se fuera a llamar dicha alianza en 2021 y 2023. No obstante nunca dejó de recordar e invocar a Don Arturo Illia y Don Raúl Alfonsín como sus «musas» ideológicas. Ambos, deben retorcerse de ira estén donde estén.
En las últimas elecciones provinciales, Camperito, había acordado acompañar a la actual senadora Silvia Elías de Pérez en su perdidosa cruzada hacia la gobernación. Obviamente, lo hizo solo por su ambición de «pertenecer» más que por otro motivo. El matrimonio con la senadora duró «lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks«, parafraseando a Sabina.
Iniciando su segundo mandato, se preocupó más por mirar hacia las lejanas elecciones Legislativas de 2021 y provinciales de 2023 que por gobernar. Para ello, le fue sencillo «peronizar» su gestión aliándose con los concejales menos peronistas que tuvo el Concejo Deliberante de Yerba Buena en los últimos 17 años; entre ellos, Alejandro Sangenis, a quien mantiene a su lado como uno más de la casa…
Su relación con el odontólogo y ex «mánager» del fraude histórico que fue el «Plan Belgrano» (José Cano), siempre fue horrorosa. Hay quienes relatan «off de record» que cuando el odontólogo fue desplazado del «Flan Belgrano«, se descubrieron carpetas de proyectos literalmente «cajoneados» por él y entre ellas, un gran número de solicitudes de obras y proyectos de Campero para Yerba Buena. Es sabido que ambos se detestan.
Campero se encargó poco a poco de «derechizar» su gestión y su discurso, haciendo una lectura correcta sobre el electorado que lo vota, pero desconociendo las consecuencias que ésto causaría en sus aliados obligados. También ignorando la «maldición«, que por algún motivo desconocido, provoca que quien ocupe el sillón de intendente de la «ciudad de los centros comerciales«, nunca pueda triunfar en otros cargos electivos.
El intendente de Yerba Buena se refirió a su obligado aliado, Germán Alfaro, intendente de San Miguel de Tucumán bajo la premisa de crear un «frente amplio» para enfrentar al actual gobierno provincial.
La respuesta llegó de boca de Enrique Romero. «Ricardito Bussi cumple el rol del bufón sin ley ni patria que tiene más camisetas que Paco García, que no conoce la lealtad y no cuida de nadie más que de su propio pellejo», lanzó el funcionario «alfarista», como para poner en claro la posición de ese sector respecto a Bussi.
Desde el radicalismo cambiemista, el que primero levantó la voz fue el legislador José Ascárate, quien trató al intendente yerbabuenense como a un «nene«. «Campero, deje de tomar decisiones unipersonales«, esputó.
«La política bien entendida es la construcción que hace un conjunto de personas con un ideal común. Esas personas comparten valores, objetivos y trayectoria; entonces, nadie puede pecar de soberbia al tomar decisiones inconsultas«, amplió Romero.
La mesa radical (de existir tal cosa), desautorizó a Campero. «Por razones políticas, filosóficas e históricas, no compartimos ni avalamos la alianza que intenta concretar el intendente Mariano Campero con Ricardo Bussi«, manifestaron los reconocidos dirigentes, Eudoro Aráoz, Luis González, Félix Mothe, José Avignone, Alfredo Neme Scheij, Norah Castaldo, Brígido y Antonio Ibarreche, Joaquín d’Hiriart, María Santamarina de Ruiz y Raúl Campero.
Lo insólito de la cuestión es que muchos de los integrantes del bodrio que intenta cocinar Campero, se acusan mutuamente de ser funcionales -en su totalidad o en parte- tanto al gobernador Juan Manzur como al vice, Osvaldo Jaldo y de responder a sus intereses.
Para el Presidente de Fuerza Republicana S.A. (Ricardito Bussi), «el intendente de la Capital (Germán Alfaro) se encuentra “alineado verticalmente con el Gobierno provincial”; mientras para el alfarismo, el que es funcional a Manzur y Jaldo, es justamente Bussi, llegando a acusar de lo mismo a Mariano Campero.
Todos y cada uno de ellos dicen ocuparse de «los problemas de la gente» y relativizan estos manejos tan ajenos a los tucumanos que están apabullados por una crisis económica sin precedentes, por la inseguridad y la falta de trabajo. Ninguno de ellos, efectúa una autocrítica o análisis de su paso por el gobierno de Mauricio Macri.
Mientras los tucumanos padecen las consecuencias de la pandemia y de la crisis de empleo; Campero, Bussi, Alfaro, Ascárate, Cano, Elías de Pérez y otros tantos más, están abocados a pelearse entre sí, disputándose un hueso muy duro de roer. Ésto, en medio de una pandemia que los tuvo, en su primer año de gestión, entretenidos y ocupados en tejer sus tranzas políticas, ignorando todo aquello que dicen defender.
Queda para la posteridad, la imagen que haría vomitar de furia a Don Raúl Alfonsín. En el Mural de Avenida Presidente Perón, Marianito Campero rinde honores -con sus actos y a su estilo- a la verdadera debacle ideológica en la que está sumido el radicalismo tucumano.