Los 40 días de Alberto Fernández en el poder Entre el Debe, el Haber y el Saldo

Pretender efectuar un balance que califique a la incipiente gestión de Alberto Fernández como presidente del «post macrismo«, es una tarea que carece de valor y puede hacer caer al analista en lugares comunes; ya sea que exista una posición previamente crítica, a favor o neutra como es este caso.

La primera sensación, que obviamente se encuentra condicionada por las condiciones económicas (macro y micro) y sociales en que Alberto recibió el timón de la Argentina.

Está claro que la agenda social que apunta a sostener a los sectores más vapuleados por la gestión Macri, va marchando. El lanzamiento de la Tarjeta Alimentaria, los bonos a jubilados y receptores de Programas sociales, más el programa de «Precios Cuidados«, son sin dudas muy buenas noticias y constituyen aquello que se puede señalar como «lo urgente«.

Sin embargo, es notorio que la velocidad de los anuncios que surgieron como promesas electorales en una muy corta campaña, no tienen (ni pueden tener) la misma velocidad en su aplicación. Esto genera en un amplio sector de la sociedad, una sensación de ansiedad de conocer cómo sigue esta historia. Cuál es el rumbo del gobierno.

Pareciera que por algún motivo, el cepo al dolar de Macri -que continúa vigente- más el poco simpático pero necesario 30% de impuesto al dolar turista y el dolar ahorro; surtió efecto y no operó como una «devaluación encubierta» para los sectores comerciales, industriales, de servicio y agropecuario. No obstante, ya no impulsada como política de gobierno como en el macrismo, la «timba» continúa, necesariamente. Especular en nuestro país, continúa siendo más seguro y conveniente que invertir.

Como dijimos, carece de sentido explicar las dificultades heredadas por Alberto y su equipo, que a pesar de haberse manifestado en contra de hablar del pasado, tienta todavía a una gran cantidad de funcionarios, electos o designados, a esgrimir ese argumento en los medios.

Dejaremos pasar la «tilingería» del saludo a su perro «Dylan», por parte del presidente Fernández, en el día de su cumpleaños. Aunque de bobadas tales, los argentinos quedaron hastiados con el anterior presidente.

El sector más combativo y que posee mayor fuerza y alcance en los medios, es sin duda lo que llamamos «el campo«. La «actualización» de las retenciones cayeron como un previsible pero antipático balde de agua fría en el sector, que a esta altura ya no se presenta tan unido como antaño durante el conflicto por la inefable 125, por encontrarse con una problemática más segmentada según sea su producción específica y sus particularidades.

Los importadores (tomaremos como referencia al sector automotríz), en primera instancia, no «patalean» demasiado, ya que sencillamente trasladan los precios en valor dolar oficial pudiendo funcionar, de algún modo.
El problema en este caso, es la terrible caída de las ventas de automotores y rodados que desde hace más de dos años pone a los concesionarios en un alerta extra, al desconocerse además, cuál será la política del actual gobierno de cara a los cuatro años de gestión venidera.
Obviamente y a pesar de las medidas acertadas del gobierno, que bajó las tasas, el problema sigue siendo la incertidumbre de aquellos, que teniendo capacidad de compra, prefieren esperar a «ver qué pasa«. Dejemos de lado el impacto de la enorme caída del poder adquisitivo del salario de los sectores medios.

La «madre» dadora de empleo e inversión, fue y continúa siendo, el sector de la construcción. La compraventa de propiedades se debate entre qué valor de dolar pretende el vendedor y cuál valor ofrece el comprador. Todo esto a pesar de la atinada medida del gobierno actual, de permitir la compra de dólares para créditos hipotecarios de hasta Uss 100.000.

Lo cierto es que los empresarios de la construcción, no reciben hasta el momento, señales claras de cuáles serán las supuestas inversiones en infraestructura. Tampoco hay signos respecto a eventuales planes de construcción de viviendas. Si bien durante la campaña y en su discurso diario, Alberto Fernández no deja de mencionar que planea efectuar una fuerte inversión en este rubro y hasta otorgarle prioridad a la política habitacional durante su mandato, hasta ahora no hay señales para empresarios, ni para el gremio que nuclea al sector.

Las PyMEs claman por soluciones. A pesar de algunas medidas aisladas tendientes a morigerar los efectos de las tarifas y el otorgamiento de planes de pago o moratorias para sus deudas tributarias; existe una palabra mágica que hasta ahora no se escucha ni a lo lejos… El crédito.
La PyME precisa de manera angustiante el acceso a créditos a tasas «pagables«. Sin esa herramienta, las pequeñas y medianas empresas, muchas de ellas que obviamente no están en condiciones de asumir el pago del famoso «bono» otorgado por el gobierno, no solo no pueden invertir y soñar con crecer, sino que son acosadas por el peligroso fantasma de la claudicación -que significa un cierre definitivo. Está opción, está vigente y latente.
No son pocos los empresarios hartos de «comerse el capital«.

Desde los sectores medios de la sociedad, se percibe que «los de arriba», tienen su «colchón» o que de algún modo siempre «zafan». Se observa y acepta que los sectores vulnerables, «los de abajo«, requieren un esfuerzo y acompañan las medidas de rescate, sobre todo aquellas tendientes a combatir el hambre.

Sin embargo, el problema clave continúa siendo la desocupación y la caída de los índices de crecimiento. Sumado esto a las perspectivas que se vislumbran y que anticipan que tal caída continuará durante un tiempo considerable.
Los sectores medios, ya sean comerciantes, empresarios pequeños, profesionales, empleados. etc. que padecieron las medidas implementadas por la gestión macrista, sienten que son «el pato de la boda». No son pocos los que recibieron tarifas que no parecen en lo absoluto «congeladas». A su vez están hartos de resignar derechos y calidad de vida en pos de «lo que sea».

Solo echar a andar el aparato productivo, puede salvar a todos de este verdadero «agujero negro» al que orbitamos desde hace unos años. La pregunta es si Alberto Fernández podrá lograr encender el motor del barco que Mauricio Macri se encargó de hacer navegar y maltratar en cada una de sus autoinfligidas  «tormentas».

La gente quiere precisiones sobre cuál es el rumbo y cómo se llega a destino. En este sentido, la credibilidad para Alberto Fernández, es un bien del cual no puede prescindir y debe saber que posee un acotado margen de maniobra para transformar una propuesta de campaña en una gestión real y visible. El crédito político otorgado a Alberto Fernández se lleva muy mal con la incertidumbre y la falta de cumplimiento del contrato tácito firmado en las elecciones de 2019.

Uno de los inconvenientes del que menos se habla, tiene color político y está relacionado con los compromisos asumidos por Fernández en campaña con el PJ y con las provincias en general.

Básicamente, no se visualiza el «sello federal» que fue tan declamado por el actual presidente durante su campaña. Para muestra sobra un botón. De los veinticuatro miembros del gabinete, con rango ministerial, solo son tres los «provincianos». El formoseño, Luis Basterra en Agricultura y los santafecinos, Agustin Rossi y María Eugenia Bielsa; en Defensa y Hábitat, respectivamente.

El caso del gobernador de Tucumán, Juan Manzur, constituye una muestra absolutamente representativa de lo que podríamos llamar un «incumplimiento de compromisos asumidos«, por parte de Alberto Fernández, por lo menos en estos cuarenta primeros días de gestión.

Guste o no a los sectores más allegados al Kirchnerismo, el accionar político de Manzur, fue absolutamente gravitante en la consolidación del proyecto de la dupla Fernández-Fernández de Kirchner.

Resuena todavía la arenga de Juan Manzur el 17 de Octubre de 2018 en «El Día de la Lealtad«. «¿Qué carajo nos pasa, que entre los peronistas  no podemos sentarnos a una mesa y ponernos de acuerdo?«, había manifestado el gobernador tucumano en ese momento.

Alberto Fernández, «candidato«, fue recibido en ese momento en Tucumán, con los brazos abiertos, con la presencia y el marco dado por referentes de varias provincias y organizaciones justicialistas o afines. Esta «mesa servida» fue tendida por Manzur y constituyó un antes y un después para Alberto «candidato». Sin embargo algo pareciera no estar funcionando como debiera…

Algunos peronistas son tajantes y se animan a mencionar la palabra «traición«, otros más moderados, solo hablan de «incumplimiento» por parte de Fernández. Otros se animan a especular que Juan Manzur fue «vetado» por la ex presidente/a Cristina Kirchner.

Concretamente, se habla de casi un medio centenar de manzuristas que se quedaron con la «valija armada» y con el traje comprado para asumir funciones en la Nación. Esto no se trata de un problema de acomodos o distribución de cargos; es mucho más que eso. Este es un problema de neto corte político.

«Muchas de las vacunas están siendo entregadas con demoras, pero en el caso particular de la de meningococo la distribución está suspendida«. “Faltan todas las dosis que cubren hasta cuatro cepas de meningococo, vamos a tener alguna situación que podría haberse evitado”, alertaba el diputado Pablo Yedlin, reclamando por el tema desde Mayo de 2019 hasta finales del gobierno de Mauricio Macri.

Yedlin había sondado como «número puesto» en el área de Salud de la Nación, hasta último momento antes de que Fernández definiera su gabinete y señalase que el que ocuparía el Ministerio de Salud de la Nación sería otrora ministro, Ginés González García. Ginés, al segundo día de asumir y como tema prioritario, tomó su primera medida: actualizar el Protocolo de Aborto no Punible.

A mediados de la semana pasada de este caluroso mes de Enero, en al Vacunatorio de la Familia, en Tucumán (Av. Mate de Luna), un cartel rezaba: «No se aplica la vacuna contra la meningitis«. «Hasta nuevo aviso«, aclaraba una de las profesionales que trabajan en dicho establecimiento. Como dijimos, se trata de una cuestión de prioridades…

Recientemente Juan Manzur tuvo que pagar un alto costo político al verse obligado a «suspender» la cláusula gatillo acordada previamente con los trabajadores estatales y que debió aplicarse en Diciembre. Este duro «peaje» -más allá de algún auxilio financiero de la Nación a Tucumán- no es gratis ni para Juan Manzur, ni para Alberto Fernández. Más aún si forma parte de una sumatoria de desaires, como el no haber sido invitado a subir al palco el día de los festejos tras el triunfo electoral de Fernández-Fernández de Kirchner junto a otros «armadores» del FRENTE DE TODOS.

Si por ventura, todo esto tuviese una explicación que no obligue a un analista político a encuadrar el caso como «traición» o al menos como un visible «incumplimiento de lo acordado«; suena como obvio deducir que el presidente Alberto Fernández, deberá repensar y rediseñar su relación para con el peronismo representado en los gobernadores.

De cara a las inminentes negociaciones por las paritarias de los distintos gremios y a los paquetes de leyes claves que deberán ser aprobados por el Congreso Nacional y para dar una clara señal de «reparo» y de devolución de atenciones; Alberto Fernández tendrá que «ecualizar» sus vínculos políticos y «resetear» algunas presiones y prioridades de su porteño entorno; propio o impuesto.

Los acuerdos en la política y en el peronismo especialmente, se cumplen o no se cumplen, las facturas se pagan; no existen las tibiezas. Tucumán oficia de algún modo como el «termómetro nacional» a consultar, si es que comienzan a visualizarse síntomas de «gripe política» en la Argentina.

Soy un porteño muy porteño que ama la ciudad. Pero para disgusto he salido muy federal”. “la Argentina dice ser un país federal, pero no lo es”, sentenciaba Alberto Fernández en Septiembre de 2019, en ocasión de la presentación de su «Plan Para Federalizar el País«.

En otros tipos de vínculos, los contratos se deshacen, los matrimonios se divorcian, las sociedades cambian su razón social. En la política, los acuerdos se cortan muy fácilmente, sin anestesia y toma mucho tiempo reparar los daños; diríamos que toma casi lo que dura una gestión de gobierno.