Les Luthiers Una emocionante reseña para despedir al enorme Marcos Mundstock (Por Agucho Viejo Bueno*)

Y pensar que el caprichoso destino, ese que todo lo rige, quiso que un día se presente en el Coro de la Facultad de Ingeniería de la UBA, y que allí conozca a un arquitecto medio loco que fabricaba instrumentos un tanto extraños: una suerte de tuba con rollos de empapelados, un seudo violín con una lata de jamón, un metalofón muy particular con una máquina de escribir… y que estaba musicalizando a la manera de Bach el prospecto de un laxante de marca “Modatón”.

De ese glorioso encuentro con Gerardo Masana surgió la inigualable magia de los Luthiers (I Musicisti en sus comienzos). Claro, había otros dos genios también presentes: Rabinovich y Maronna, pero fueron aquellos dos, en la génesis primigenia, quienes le pusieron el sello a lo que sería el estilo que perduraría en la agrupación durante más de medio siglo.

Si algo venía como anillo al dedo a los dislates musicales de Masana eran los textos y las ideas que a él se le ocurrían. Porque no está de más recordar que el humor de Les Luthiers, catalogado en una infinidad de oportunidades como “inteligente” o “sano”, procedía de su pluma, o mejor decir, de su exquisito y culto cerebro, vasto como pocos, siempre presto a la repentización, a la ocurrencia genial, a la exploración interminable del idioma castellano.

De su “carpeta roja” leía, con sus dotes de locutor profesional, infalibles introducciones a las obras que los Luthiers representarían a continuación. Todas ellas, digo yo, deberían ser recopiladas y publicadas como una reseña obligada de nuestro idioma y sus posibilidades, como así también de un muestrario infinito de creatividad e ingenio, dos elementos que parecen a estas alturas olvidados en algún cajón del siglo pasado. Y se me ocurre destacar los prólogos de “Serenata Medio Oriental”, con sus increíbles y efectivos juegos de palabras; “La Yegua Mía”, y la hilarante historia del gaucho Carolino Fuentes, que debía tenderse una emboscada a sí mismo; “Vientos Gitanos”, con la gitana Azucena y el gitano Volax (con v); entre otras muchísimas.

En estos tiempos en los que cada vez nos va quedando menos, en los que el brillo de la inteligencia del mundo se va apagando poco a poco, dejando apenas tenues resplandores de facilismo, oportunidad comercial y chabacanería, justo es recordar y agradecer a Marcos Mundstock, que paseó su arte y su genialidad por todos los países de lengua castellana, junto a su hijo dilecto, Mastropiero, y a las andanzas que brotaban de su intelectualidad sin parangón. Yo me quedo con aquél momento glorioso de mi niñez en que escuché “Cartas de Color” en un viejo cassette regrabado; momento tras el cual, mi vida – al igual que otras tantas en el mundo, durante tantas generaciones – cambiaría para siempre.

«Singhí Uktumi» querido Maestro.

Agucho Viejo Bueno: Músico, artista, politólogo y todo lo contrario.