JUAN BAUTISTA ALBERDI LA ACTUALIDAD DE SU PENSAMIENTO (Dr. José Posse Posse *)

Juan Bautista Alberdi vino al mundo en San Miguel de Tucumán el 29 de Agosto de 1810. Vio la luz de la vida junto con la patria. Quizás este hecho señaló su predestinación hacia los altos ideales que forjaron el rumbo de su existencia.

Era hijo del vasco Salvador Alberdi, quién ilustró a la juventud de la época en las ideas libertarias que llegaban de Europa, y por su madre, doña Josefa Aráoz descendía de una prominente familia, cuna de próceres de la talla del Gobernador Bernabé Aráoz, del Congresal Pedro Miguel Aráoz, o del general Gregorio Aráoz de La Madrid, entre otros de esa estirpe que figuran en los primeros planos de nuestra historia.

Recordaba haber jugado de niño en las rodillas del General Belgrano, amigo de su familia, sostenedora de los ejércitos patrios.

Fue testigo de los desórdenes institucionales producidos en las luchas intestinas entre sus parientes Aráoz y su mentor Javier López. Sus ojos niños fueron espectadores de luchas, revoluciones y asonadas, de fusilamientos y confiscaciones. En suma, del caos germinal del cual emergería una Nación.

De allí quizás su empecinamiento por el orden y su intolerancia para con los hábitos violentos de nuestras prácticas políticas vernáculas.

De allí quizás, sumado a su temprana orfandad, su abstracción que se confundía con timidez, su bonhomía que pasaba por superficialidad y su amor por la belleza de la música y de las artes, como forma segura de sanar su alma mancillada por penas prematuras.

Vivió en un tiempo en que el espíritu de la Revolución Francesa y la Revolución Industrial desplegaban por el orbe su influjo transformándolo todo y moldeando las nuevas generaciones.

Temprano marchó a Buenos Aires con una beca que le consiguió su pariente político, el gobernador Javier López. En Buenos Aires, pupilo en el célebre colegio de Ciencias Morales, comenzó su afición por la música y por la lectura. Allí trabó una entrañable amistad con Miguel Cané, cuya familia le dispensaría el calor familiar de su lejana aldea natal.

Al poco tiempo, el joven Juan Bautista se convirtió en un personaje apreciado por la sociedad porteña, siendo un invitado infaltable de las tertulias literarias y musicales de la célebre Mariquita Sánchez de Thompson.

Concluidos sus estudios prelimares, Alberdi inició su carrera de derecho en los claustros de la universidad. En esos años comienza a componer sus primeros valses y minués que alcanzarían pronto gran popularidad.

También comenzó a publicar sus ideas. Miembro activo del salón literario, colaboró en la redacción de periódicos, mientras publicaba la primera “Memoria Descriptiva sobre Tucumán”.

En Juan Bautista Alberdi se conjugan dos lenguas: la jurídica y la literaria, imbuidas de un humanismo profundo, sutilmente trabajado.

En 1834, visitó por última vez su Tucumán; el entonces gobernador Alejandro Heredia lo autorizó por decreto a ejercer como abogado a pesar de no haber concluido por entonces sus estudios. Pero el joven Alberdi, habituado a la vida mundana, las delicias de la aldea tucumana ya no le resultaban atrayentes. Fue entonces que decidió regresar a Buenos Aires. No imaginaba entonces el largo camino que recorrería por el resto de su vida.

Volvió a Buenos Aires con una recomendación del gobernador Heredia para el caudillo Juan Facundo Quiroga, a los efectos de que éste lo becara para una estadía de estudios en EEUU.

Juan Bautista encontró fascinante al riojano, una personalidad avasallante, sin duda alguna. Su asesinato posterior sumado al de Heredia dio comienzo a una etapa de crueles desencuentros entre los argentinos. Pero Alberdi nunca olvidaría el trato que le dispensaran los aludidos caudillos.

Concluyó sus estudios bajo el poder creciente e ilimitado de Rosas en un ambiente de opresión, sumamente hostil e intolerante.

Por entonces trabó amistad con Juan María Gutiérrez y Esteban Echeverría quién lo imbuyó en las novedades literarias del romanticismo europeo; éste último fue el introductor en el Río de la Plata de las ideas que entonces llamaban socialismo o ciencia social. Inspirados en el liberalismo de Claude de Rouvroy, que propiciaba una transformación de la sociedad, basada en la educación y la promoción del progreso técnico.

En ese contexto febril, Alberdi comenzó a pergeñar su ideario, es así como publicó su fragmento preliminar al estudio del derecho donde expresó los problemas para organizar el país y los lineamientos básicos de tal organización.

En esos escritos comenzó a aparecer el Alberdi estadista, quién imaginaba una Nación organizada democráticamente, libre, soberana y orgullosa. Diagramó entonces un proyecto de Nación con identidad propia. Para el tucumano, se debía instrumentar el estudio de la organización institucional del país sin plagios ni imitaciones de soluciones extranjeras.

Su prédica tuvo eco en el salón literario de Marcos Sastre donde brilló junto a José Mármol. Allí tuvo el escenario propicio para comenzar su lucha en favor de la organización nacional.

Pronto el gobierno de Rosas censuró esas reuniones e inició una feroz persecución en contra de esa juventud romántica.

Alberdi fue parte de una organización secreta llamada “Asociación de la Joven Argentina”, decididos en pasar de la acción intelectual a la acción política. Enterado Juan Manuel de Rosas del movimiento al que consideró sedicioso, ordenó arrestos entre el grupo de intelectuales. Ante esto, Alberdi decidió exilarse en Montevideo para continuar desde allí su lucha en pos de la organización nacional.

La emigración absorberá su vida. En Uruguay Alberdi se sumó al movimiento de los emigrados y colaboró activamente con varias publicaciones combatiendo al régimen rosista desde las columnas periodísticas. Entre los que escuchan su prédica estaban Juan Lavalle y su amigo de la infancia tucumana, Marco Avellaneda, ambos encabezarían la insurrección y ambos pagarían con sus vidas esta decisión.

Deshecho el Ejército libertador, las fuerzas de Rosas marcharon a Montevideo iniciando un sitio que duró varios años. Alberdi decidió emigrar a Europa donde se nutrió de los pensamientos filosóficos en boga por entonces.

Con ese caudal, optó por radicarse en Chile, donde además de ejercer exitosamente la profesión de abogado, se dio tiempo para bosquejar su gran legado.

También allí tuvo grandes desavenencias con su compatriota Domingo F. Sarmiento, las que se hicieron públicas en las famosas “Cartas Quillotanas” donde ambos personajes demostraron su genio de estadistas y la acidez de sus plumas.

En 1852 publicó «Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina», trabajo que llevaba adjunto un proyecto de constitución.

Designado Urquiza Director Provisorio de la Confederación, nombró como su ministro del interior a Gutiérrez, el amigo de Alberdi. A través de él el mandatario se interesó en la obra de nuestro comprovinciano. Su libro de “Las Bases”… se convertirá en el dogma que luego se plasmaría en nuestra Constitución Nacional.

Desde Chile partió a Europa como representante diplomático de la naciente República Argentina. Los episodios políticos posteriores en Argentina llevaron a Alberdi a un exilio voluntario que le tomará prácticamente toda su vida.

Es momento de hacer un análisis del pensamiento alberdiano: históricamente se ha tomado una idea equivocada del “sentido liberal” de su prédica, convirtiéndolo en sinónimo del liberalismo económico planteado por Adam Smith. Aquel que propiciara un estado apenas involucrado en donde la riqueza creada por el libre juego de la oferta y la demanda se derramaría milagrosamente en los desposeídos…

A poco analizar la obra de Alberdi encontramos que su prédica estaba muy alejada de ese pensamiento economisista puro. Por ejemplo: en la cláusula que se denominaría en delante “de la prosperidad o del progreso”, donde se ubica el programa, la filosofía, el pensamiento y la acción de su proyecto, dice así en referencia a las funciones del Congreso: “Proveer lo conducente a la prosperidad del país, al adelanto y bienestar de TODAS LAS PROVINCIAS, y al progreso de la ilustración, dictando planes de instrucción general y universitaria y promoviendo la industria, la inmigración, la colonización de tierras de propiedad nacional, la introducción y establecimiento de nuevas industrias, la importación de capitales extranjeros, POR LAS LEYES PROTECTORAS DE ESTOS FINES Y POR CONSECIONES TEMPORALES DE PRIVILEGIOS Y RECOMPENSAS DE ESTÍMULO”.

El liberalismo de Alberdi entonces coincide con el pensamiento humanista en boga por los intelectuales progresistas de entonces. Propone un estado liberal de derecho en donde todos los hombres deben tener las mismas oportunidades, los mismos derechos e iguales garantías, entendiéndose esto como un liberalismo en donde el hombre no es un número o estadística sino el centro mismo de la cosmovisión del estado quién debe rodearlo de las condiciones necesarias para su desenvolvimiento como ser individual

Resulta indispensable para conocer el espíritu que anima la obra de Alberdi, bucear en su libro “El Sistema Económico Rentístico”, en éste señala que “la libertad y la seguridad” eran dos instrumentos esenciales para mejorar la producción y el nivel económico de los pueblos.

Es indudable que el libro “las Bases” conservan su verdad intacta a pesar del paso de los años, porque resume el espíritu y el ingenio de los pioneros, de los colonizadores, de los hacendados y los empresarios que cruzan ríos y abren montañas y de ese invencible ideal, la libertad y el progreso, que son los signos indestructibles del continente americano al decir de Mayer, acaso el más preclaro biógrafo alberdiano.

La constitución debe garantizar la ejecución de todos los medios para la obtención de aquellas garantías públicas de progreso y engrandecimiento. No sólo limitarse a promesas o meros enunciados sino que debe tender a obtener los instrumentos a los efectos de que nuestros gobernantes puedan “crear las condiciones necesarias” para la prosperidad de la nación.

A no dudar que el cumplimiento taxativo de los lineamientos de nuestra carta magna constituirá el motor que dinamizará nuestra vida social, cultural y económica brindando el bienestar general, fin supremo de nuestra organización institucional.

Volvió al país en 1879 como diputado nacional por Tucumán. Pero el carácter fundacional del pensamiento y de la obra de Juan Bautista Alberdi se contraponía a la ruptura del accionar político de los hombres que lo rodeaban. Esto motivó su partida (esta vez definitiva), nuevamente a Europa. Desde allí mantuvo una constante vinculación epistolar con sus amigos y parientes de esta provincia.

A Alberdi, como a los amantes que se separan, el exilio le enseñó un más profundo amor a la patria. Se carteaba regularmente con sus familiares Aráoz y sus sobrinos. Estaba al tanto de todo cuanto acontecía en una provincia que se transformaba por la fiebre del “Oro Dulce”.

Tucumán fue su primer amor, inolvidable y puro. Siempre llevó consigo los olores, sabores y colores de su niñez de huérfano. Quizás en ello encontremos la respuesta a su tenaz resistencia en regresar. Probablemente se agolparan los fantasmas de esperanzas no colmadas.

* Dr. José María Posse: Historiador –  Escritor – Miembro del Instituto Belgraniano de Tucumán.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:

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JORGE M .MAYER; LAS BASES DE ALBERDI; Edit Sudamericana, Bs As, 1973.

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JUAN BAUTISTA ALBERDI; Homenaje del Colegio de Abogados de Tucumán, a dos siglos de su nacimiento., Edit Crivelli 2010.

JUAN BAUTISTA ALBERDI; Antología Conmemorativa, 1810/2010, TI y T II, Homenaje del Colegio de Abogados de Tucumán, a dos siglos de su nacimiento., Edit Crivelli 2010.

EL PENSAMIENTO DE ALBERDI, Prólogo de María Rosa Lojo, Edit El Ateneo 2009.

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FEDERICO A.M. LANNES, El Pensamiento Económico de Alberdi; Publicaciones del autor, 2012