¡FELÍZ DÍA DE LA AMISTAD!

¿Qué es la amistad sino una de las formas del amor?.
Llena de imperfecciones de idealizaciones, de malos usos, de engaños, disfraces, conveniencias, desavenencias… Tristezas y alegrías, comienzos y finales; triunfos, derrotas, batallas, anocheceres, amaneceres, infortunios, tragos amargos compartidos o tragos dulces bien regados ambos; con condiciones y sin ellas; con reglas y con códigos que se tejen en un minuto o en décadas.

Así, perfectible y festejada, la amistad siempre está a mano de quien tiene algo para dar; porque la amistad será siempre un acto de entrega sin esperar retornos. Es un acto de amor sencillo o muy complicado en donde las almas se tejen y se conjugan  en un punto exacto en donde adquiere relevancia absoluta.

La amistad puede ser sencilla o sofisticada; puede ser pausada en el tiempo y volver a renacer atemporal. A la amistad no la conoce quien no está dispuesto a hacer algo por otro. Como muchas relaciones afectivas, a veces la amistad surge con solo un gesto, un saludo afectuoso, una mínima actitud, una sonrisa. La amistad es el acto de distinguir y valorar a alguien que no es uno mismo, sencillamente por lo que es; aunque también nace porque sí, por casualidad…

A diferencia del amigo o la amiga, la amistad no es exclusiva ni excluyente. Considerar a alguien amigo, no pocas veces deviene en la desilusión de la falta de reciprocidad, de la omisión, del descuido o el olvido…

La amistad en cambio, es generosa, amplia, abierta a posibilidades. Decir amigo es en cambio poner un cerco de distancia y de inequidad afectiva.

Lo opuesto a la amistad no es justamente la «enemistad». ¡No…, nunca!. Ambas no están en el mismo nivel, no juegan en el mismo equipo, no son rutas paralelas. Nunca el afecto podrá ser medido con las reglas propias del odio. Los ángeles y demonios no conviven, pueden estar lo suficientemente cerca como para engañar a nuestros corazones, pero no son caras de una misma moneda.

La carencia de amistades que padecen quienes se sienten en soledad, es solo una muestra de la incapacidad de quien la sufre de abrirse a los demás o de dar algo de sí mismo porque sí…; no es tan complicado.

La amistad convive en las «manadas» pero no las define sino que las condiciona a la finitud de esa «manada» que tarde o temprano dejará de existir y de las que serán unos pocos quienes puedan conservar sus vivencias y sus lazos afectivos a lo largo de la vida.

El amigo es un tiempo, una foto, un instante. La amistad, en cambio, es un estado, oscila, va y vuelve pendularmente pero sin tiempo ni espacio. Aparece cuando uno menos lo espera y desaparece si uno se queda fatalmente esperando, encerrado en sí mismo. Es que la amistad se trata más del otro que de uno mismo. Nunca un corazón cerrado y tieso ante el afecto, será tierra fértil para los vínculos en donde la amistad brota, crece y florece para nunca marchitar.

La amistad no es un acto, sino una condición inherente al ser humano. Somos sociables por naturaleza propia. Aquel que cae en la tentación de cercenar las oportunidades que brinda la amistad, dirá con cierto falso orgullo: «yo tengo pocos amigos pero buenos». No comprenden que la amistad se abraza, no se toma como una posesión, un bien propio. Cuando se ve a la amistad con esos ojos, se cae en la trampa de recoger un puñado de arena de una vasta playa, ignorando la fatalidad del correr de los relojes que indefectiblemente traerá consigo brisas o tempestades que se llevarán consigo hilos, luego pequeños granos de arena para desaparecer en la nada.

En tiempos en que la gente ya no tiene tiempo para leer ni escuchar, porque se vive como si algo nos estuviésemos perdiendo, solo por detenernos un instante. Si somos capaces de dejar por un instante de mirar la genial pantalla de nuestro celular y usamos esa noble herramienta para hacer «esa llamada», enviar «ese mensaje» a la persona que tal vez lo espera, lo necesita o lo merece; tal vez hayamos entendido cuál es el verdadero valor de ser «amigos en serio».

En los tiempos que corren he tomado el desafío de mirar a la vuelta; el desafío de parar, de mirar, de recordar, de sentir y me he dado cuenta que soy millonario de amigos. Amigos de la infancia, amigos circunstanciales, amigos que no sabían que me querían, personas de gente que me hizo recordar que alguna vez hice algo bueno por ellas…, seguramente una pequeñez, un gesto, un saludo, una sonrisa, o tal vez una palabra o un silencio atento y sensible que me separó de mi estúpido «yo», para regalarle un poco de lo que soy a alguien que sencillamente estaba ahí y tuve la suerte de haberle conocido.

Solo la amistad es el don que se nos dio para hacernos conocer que no estamos solos. Nos permite consolarnos y de consolar, nos regala el poder reír a carcajadas, llorar si es necesario; hablar sin vergüenzas, sin tapujos. Los amigos van a irse, van a volver, van a fallar, van a morir tal como uno mismo. Es por eso que festejar la amistad es mucho más digno y más certero. No perdamos la grata posibilidad de decirle a los amigos que los queremos, que agradecemos su amistad, su presencia, su existencia. Y por favor, no reenvíes un «meme» que te llegó desde un grupo ocasional de cualquier red social. La amistad merece algo más que eso…

NOTA: «Este escrito puede contener errores ya que no será revisado, ni en un todo ni en sus partes. La amistad también es ser amable, espontáneo y generoso con uno mismo…»

!GRACIAS POR TODO! ¡FELÍZ DÍA DE LA AMISTAD!

Pablo Mirande
Director de El Diario en Tucumán.