Si no se toman medidas de fondo, en Yerba Buena hay inseguridad para rato

Solo basta con poner un pie en la Comisaría principal de Yerba Buena para tener una idea cabal de las posibilidades reales que tiene la fuerza policial de combatir el delito de una manera eficaz.

Arrebatos, entraderas, escruches, asaltos a ciclistas, robos de automotores, etc. se mezclan con cuestiones de violencia doméstica, riña entre vecinos, choques de automotores y rodados, cuestiones de índole administrativa, etc. Todo esto a cargo de un puñado de agentes policiales y con casi nula contribución del Poder Judicial.

Trabajar en ese edificio indigno y maltrecho, que insisten con que sería una suerte de «patrimonio arquitectónico», aunque la realidad marca que es literalmente inhabitable; es una de las tantas cosas que deben soportar quienes están a cargo de la seguridad en Yerba Buena.

El auxilio del 911, vino -con colaboración de «la motorizada»- a poner algún rasgo de posibilidad operativa a este despropósito organizativo que es aquello que no merece llamarse «comisaría». Las fuerzas policiales hacen lo que pueden.
Ingresar al edificio adefesio, constituye una suerte de «viaje en el tiempo». Sus dos calabozos están a la espera de que el poder judicial los habilite, ésto con la lentitud insoportable de la justicia tucumana. Cabe acotar que las refacciones a las dos celdas, las hicieron los propios agentes con exiguos fondos con que cuentan.

La pregunta nace por lógica pura. ¿Cómo es posible que la ciudad más rica de Tucumán, en donde viven la mayoría de los funcionarios y políticos de los tres poderes del Estado, en donde habitan los empresarios y profesionales más reconocidos; tenga como sede policial a este «rancho«? ¿Cómo se entiende que cuenten en esa dependencia con una camioneta «vaqueteada» y un «algo más», para trasladarse? ¿Cómo es que permitimos esto, mientras por otro lado gastamos cifras absurdas en agencias de seguridad privada, alarmas, monitoreos, cámaras de seguridad y hasta cercas electrificadas? ¿Cómo es posible?.

Mientras tanto en el municipio se creó la GUM (Guardia Urbana Municipal) a cargo de un funcionario que no tiene la más mínima idoneidad ni antecedentes como para cubrir el cargo que ocupa.
Todo esto sin nombrar las irregularidades denunciadas desde su creación por El Diario en Tucumán. (Click en letra azul para ver nota)

La última noticia al respecto de la GUM es que el hemanito del Sr. Intendente Mariano Campero, perdió un caballo, o le fue sustraído y como si fuera el «lejano oeste» o un pueblo de alguna republiqueta bananera, no tuvo mejor idea que subir a dos agentes de esa fuerza a una camioneta particular y «meterse» (violar domicilio y garantías constitucionales) en la casa de a quien le adjudicaba el robo de su «potro» y literalmente «cagar a palos» a un visitante de esa casa, previo secuestro del mismo; que fue llevado por los dos «GUM» a una camioneta mientras era golpeado e interrogado por el hermano del intendente y sus secuaces. (El caso se encuentra denunciado en la justica tucumana a la espera de que los fiscales y jueces actuantes se pongan de acuerdo si se animan o no a tomar como ciertas las pruebas ofrecidas) Es lógico…, se trata del hermano de un intendente…

Por otro lado, el Secretario de Seguridad Municipal, que supo sortear todo tipo de incidentes graves (hasta el asesinato cruel de Valentín Villegas de 15 años), sigue en funciones sin que a «Manano» se le mueva un pelo de la barba…

Ni siquiera pudo hace algo para esclarecer el bochornoso robo de unos $1.500.000 que sufrió la Tesorería de Yerba Buena. (Click en letra azul para leer la nota)

El Secretario de Seguridad, Mauricio Argiró, demostró solo dotes como «vendedor de alarmas«. Plagó de alarmas con botones antipánico para los vecinos que «cayeron en el verso» y a un módico precio (obvio), se hicieron de ese «Joystick» que les permite hacer sonar una bocina cuando se sienten inseguros, sin que abolutamente NADIE responda a su llamado. Un muy buen negocio con  CERO resultados efectivoa, en términos de combate de la inseguridad.

Lo cierto es que en Yerba Buena hay «nichos» en donde se venden: ruedas de vehículos, motos y autopartes, bicicletas y sus accesorios, celulares, aparatos tecnológicos de todo tipo, etc. etc. etc. Por supuesto, todo robado. Y la justicia, la policía, la GUM, la Secretaría de Seguridad, la motorizada, etc…. ¡Bien, gracias!. Los agentes están hartos de «poner el pecho a las balas» para que luego los fiscales y jueces intervinientes, miren para el costado…

Cualquier hijo de vecino sabe, si quiere preguntar, dónde se venden estas cosas robadas a otros vecinos; quienes las venden y dónde las comercializan. Todo esto mientras azota «el peor de los flagelos«, que se vende porque se consume, con una hipocresía inmensa de la que todos somos responsables. «Un porro no le hace mal a nadie…» Tampoco unas pastillas, «merca» o PACO para los que no tienen para pagar «de la buena«.

En Yerba Buena ya hay peleas a tiros entre familias que se reparten los negocios de la ilegalidad y la justicia se hace literalmente la BOLUDA. Mira para el costado cuando le conviene y las órdenes de dejar todo como está, bajan con voz susurrante.

Para una víctima del delito, pretender el esclarecimiento de su caso y por qué no la restitución de lo sustraído, es una quimera. Tanto como lo es para la familia Villegas, esperar que la causa por el vil asesinato de Valentín, sea elevada a Juicio Oral. Esto mientras ruegan que al asesino, no lo deje en libertad alguno de los «honorables jueces» que deciden sobre nuestra vida, nuestra integridad y la de nuestros hogares.

Todavía resuenan las palabras del ex Secretario de Seguridad de José alperovich, el Dr. Eduardo Di Lella, cuando (plano en mano) describía cómo iba a ser «el frente vidriado y la tecnología con que iba a contar el edificio de la Comisaría principal de Yerba Buena», luego de la reforma que ya estaba en camino… ¡Mitómano total!.

Eso sí, a la hora de preservar «la mía», me encierro entre alambrados y cercas con púas, con guardias y rondines que portan armas prohibidas; con tal de que «mi familia», «mis bienes» y «mi hogar», al menos parezcan que poseen un sesgo de seguridad.
Luego, cuando requerimos de «lo público» porque «nos tocó»; cuando estamos «en las afueras» de nuestros alambrados, nos escandalizamos porque nos rayaron la camioneta mal estacionada o nos robaron una bicicleta que vale unos miles de dólares.

Los yerbabuenenses, tenemos un sello; el de la hipocresía y la fatal carencia de sentido de vivir en sociedad.
La seguridad y la salud, es algo que nos atañe a todos. O todos gozamos de ese beneficio, o no lo goza nadie. En la ciudad de las apariencias, nunca nos organizamos para decidir qué hacer al respecto de NUESTRA comisaría principal. Eso sí, para cuidar el propio trasero, somos capaces de poner cifras siderales sin chistar.

¿A dónde te vas este finde…? ¡Poné la alarma!