Quienes se embanderan con «los valores del rugby» deben hacerse cargo de las enormes fallas del sistema en ese deporte

¿Por qué no nos dejamos de joder un poco con esto de «los valores del rugby»? 
La verdad es que sobran casos en donde se pude comprobar que éstos realmente existen, aunque dependan más de la intervención de personas de bien que se sienten hermanados este deporte y no como resultado de formas inculcadas por la dirigencia, asociaciones, clubes o entrenadores.  

Lo cierto es que cada vez el ámbito del rugby se ha vuelto tan competitivo que las energías dirigenciales se vuelcan más en lograr la excelencia individual, que en bajar línea en temas que permitan que entre quienes lo practican exista una verdadera conciencia al respecto del enunciado de una frase tan trillada.
Son innumerables los casos en donde se puede detectar que existe un gran número de instituciones y de deportistas que toman literalmente esos «valores» y los hacen suyos casi como filosofía de vida. No obstante, el lado oscuro siempre estuvo y siempre está, aunque de eso no se habla…
El caso del Club Cardenales merece un párrafo aparte. Los «Purpurados» dieron un paso enorme con su iniciativa en la práctica del «rugby inclusivo»; mediante el cual las personas con discapacidad pueden practicar el deporte igual que sus hermanos o amigos, de una manera inclusiva en que todos pueden ser contenidos.
 
Los que preacticaron este deporte o forman parte de él como entrenadores, dirigentes, simpatizantes, etc, conocen perfectamente sus costados positivos, pero no pueden ni deben continuar negando los negativos…

Los casos de discriminación, bullyin, violencia, consumo de sustancias y alcohol y otros males, también forman parte también del rugby como en otros tantos deportes. Este subproducto no desado y «contenido» en el rugby constituye una problemática a la cual la dirigencia de clubes y asociaciones, no parecen oponerle una política clara en cuanto a la promoción, concientización, seguimiento y penalidades para quienes infringen esos «valores». 
Los «valores«, tal como están postulados como letras no escritas en ningún reglamento, no son otra cosa que «códigos«, que en muchos casos son altamente positivos, pero que tienen componentes muy negativos que no se abordan. Los dirigentes conocen fehacientemente la existencia de estos disvalores que «manchan la ovalada», pero lejos están de generar políticas para erradicarlos o al menos combatirlos.
Cada vez que se tratan hechos referidos a estos disvalores en ámbitos dirigenciales, la agenda dura lo que dura y hasta la próxima irrupción de un nuevo hecho de violencia, que como sabemos, llegó en nuestro país hasta provocar un «crimen en manada». La falta de normas y exigencias puestas en letras y en hechos concretos, provoca que luego de un tiempo de sucedidos hechos que involucran violencia y «otras yerbas»,  todo se cubra con  un «manto de piedad» bajo una enorme dosis de complicidad y encubrimiento.
Al momento de escribir esta nota, en el Club Universitario de Rugby, la directiva de ese club estará debatiendo qué medidas tomar con quienes provocaron lesiones gravísimas a  Oscar Colombres, el joven de 19 años que sufrió quebraduras en su nariz y en el piso de órbita de su ojo derecho entre otras, en un After que se llevó a cabo en un salón de fiestas.
La tarea que los dirigentes del club Universitario se torna muy compleja ya que, como es lógico, deben esperar que sea la Justicia la que falle al respecto, para no hacer pagar a justos por pecadores.
Impacta, así también, que en la web de la Unión de Rugby de Tucumán, no haya una sola mención al tema, dando a los hechos una invisibilización bochornosa y vergonzante. Esta omisión es la prueba más contundente de la falla del sistema y del «corporativismo» que reina en el «mundo del rugby» respecto a éste y otros hechos.
Idéntica actitud tomó el Club Universitario que en sus redes no efectuó comunicación alguna al respecto del tema en cuestión.
Instagram del Club Universitarios: https://www.instagram.com/universitariorugbytuc/?hl=es
Queda, como en otras ocasiones, una horrible sensación con una enorme dosis de certeza, de que en las próximas vacaciones, volveremos a tener que soportar el título en medios de todo tipo, en las que algún rugbista o grupo de rugbistas protagonizó algún episodio de violencia en el marco de la noche, la música y el consumo de sustancias y alcohol. Condimentos infaltables para otra noche de horror en la vida de los padres de algún muchacho incauto que le toque ser la víctima número «x».