Que el Concejo Deliberante de Yerba Buena es un BODRIO, no es novedad para yerbabuenense alguno. Más allá de las simpatías o antipatías partidarias o ideológicas, pareciera que gestión tras gestión; este esperpento institucional solo sabe restar. Esto, sin distinciones partidarias.
Claro que «pegarle» a los concejales es en esta inmadura democracia, un juego equivalente a robarle un caramelo a un niño; pero a esta altura, alguien debiera poner un «parate» a este amasijo deformado institucionalmente que es el HCD de Yerba Buena.
Todas las deformidades institucionales, éticas y hasta estéticas del Concejo de Yerba Buena se basan principalmente en el absoluto desconocimiento que demuestran sus integrantes, del rol que les cabe como Cuerpo legislativo y de control de gestión.
En primer lugar, se debe tener en cuenta el despropósito de que la Mesa Directiva del Concejo esté en manos de un incapaz presidente, un intendente que parece apostar a diluir políticamente a los concejales que lo integran al fin de no tener competencia y finalmente a una situación que debe normalizarse a la brevedad. Estamos hablando de la funcionaria cuasi vitalicia en que se ha transformado la «Popi» Alvillos de Aráoz, su Secretaria.
El Diario en Tucumán ya se ocupó de cuestionar el rol que le cabe a esta eterna funcionaria en una nota que titulamos «¿Quién preside el Concejo Deliberante de Yerba Buena?» Click en letra azul para acceder al artículo publicado por nuestro medio el 31 de Mayo de 2018. En ese momento esta funcionaria hizo absolutamente lo que quiso con el funcionamiento de un Órgano de gobierno en el que manda desde hace más de veinte años.
Alvillos se encuentra en la actualidad con una eterna licencia por «problemas de salud» crónicos (¿?) sin que a los concejales y a la propia presidencia ejercida por el concejal Aranda, sea por conveniencia, acuerdo político o simple estupidez, tengan en agenda la designación de un nuevo Secretario que ocupe el rol de la «La Popi«, quien desde su domicilio juega a los títeres con los actuales concejales como lo hace desde hace más de dos décadas. Nadie se anima a «jubilar» a esta persona a pesar de que cuenta con años, antigüedad y motivos para retirarse dignamente del lugar que ocupa en lo virtual y en lo real, pero no en lo institucional.
Vamos al punto. En estos días, uno de los concejales no encontró mejor cosa que sumarse (hay quienes lo sindican como organizador), de un escrache en el domicilio del Gobernador Juan Manzur. Su iniciativa, sumada a videos y audios que circularon en todas las redes, hizo eco en el hartazgo de los vecinos, que le dijeron de todo menos bonito.
El video no puede ser más contundente. El uso de la bandera como «poncho» suena ridículo para un funcionario electo que integra el «riñón» de la administración que conduce el intendente Mariano Campero, ausente por campaña desde inicios de Marzo. Este video fue reeditado por El Diario en Tucumán para intentar poner la voz en off del mensaje que contiene, en el tono que más se adecua a lo que sería la voz normal de la persona que habla al final del mismo. Seguramente los actores podrán reconocer de quién se trata.
El concejal Álvaro Apud, tal como la mayoría de los concejales, de esta y anteriores gestiones, no comprende que básicamente fue electo para brindar soluciones, no para quejarse como «un vecino más«.
Con lo que pudo «copiar» de este estilo inventado por Durán Barba y llevado a cabo por un sinnúmero de dirigentes de JxC (Cambiemos, para los desprevenidos), Apud, en su oportunismo, sale a cacerolear como «Doña Pocha«, esta vez en las puertas de la casa del gobernador Manzur, con la sola intención de arrimar agua a su molino en un año electoral y en medio del pico de la tercera ola de la Pandemia de COVID-19.
Mezclado entre un puñado de vecinos y comerciantes intenta erigirse en representante de los agobiados propietarios de negocios que fueron y son perjudicados por las restricciones que impone el Decreto Presidencial, al que se sumó la provincia y de algún modo avaló Mariano Campero.
Ésto de mostrarse como «un vecino más» (sin serlo), es algo por lo que ya pasaron concejales como Marcelo Rojas, su compañero del PRO, Guillermo «Burrito» Casanova, José Macome y hasta el mismo Campero que como intendente se hartó de contradecir sus propios proyectos, declaraciones y acciones varias en las que se embanderaba en su gestión como «concejal-vecino«.
El lugar de trabajo de un concejal es «dentro» del poder, «dentro» de la toma de decisiones. Les cabe una responsabilidad y una actitud proactiva. Nunca un concejal salió bien parado en marchas y convocatorias, sea por el tema que sea. Sus privilegios y a la vez estigmas del cargo que ostentan, al tomar este tipo de actitudes, lo y los revela como funcionarios incapaces de efectivamente aportar en algo para modificar realidades acorde a las inquietudes y requisitorias de los vecinos.
El lugar de los concejales y funcionarios está en en el despacho o recinto en donde deben pergeñar soluciones a los problemas que aquejan a los vecinos del municipio. Apud, en este caso, debió tal vez estar presente con integrantes del grupo mayoritario afín a Mariano Campero, tomando medidas o inclusive en Casa de Gobierno, solicitando apoyo o sencillamente haciendo lo que corresponde y por lo que fueron electos. Esto es, representar a los vecinos de Yerba Buena en el recinto legislativo.
No quedan afuera de la problemática, los concejales peronistas (manzuristas o jaldistas, según el caso). Demasiado entretenidos en su pequeña pelea territorial, con su escasa representatividad y peso específico propio, no toman por las astas el espàcio vacío de representación que les obsequia Campero y la coyuntura política, para ir a Casa de Gobierno o a la misma Legislatura a hacer lo que deben hacer. Lamentablemente y con honrosas excepciones, no se les cae una idea.
El siempre insuficiente -en términos prestacionales- Centro Asistencial Ramón Carrillo, pide a gritos gestiones en los ministerios de salud de la Provincia y de la Nación ante la imperiosa necesidad de adecuarlo a las necesidades de un municipio que cuenta con casi 120.000 habitantes, pero es más fácil calzarse una bandera argentina en los hombros y asistir a cuanta marcha pinte…
Entre los diez concejales que ocupan bancas en el concejo pueden ponerse solo de acuerdo a la hora de sesionar para «cumplir» con Campero y/o jugar al juego que mejor juegan y que más les gusta: Las excepciones al Código de Ordenamiento Urbano, en una Yerba Buena cada vez menos reconocible como ciudad jardín.
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